martes, 11 de noviembre de 2008

ruega por nosotros, los pecadores







Una mujer rigida por naturaleza. Viuda del amor y de la vida, decide encontrar felicidad, hallandola en un lugar ajeno: su hija. La mayor claro, pues la otra aparentaba seguir su camino: soledad y ruinas del corazon.
Su hija estaba por casarse, inclemencias amorosas hacen padecer a la muchacha, llevandola al punto de la muerte (temia tanto llegar a ser como su madre) muere desamparada y sin amor. Aquel muchacho creyó oportuno dejarla en el altar. Ante ello la muchacha reaccionó de la forma mas extrema, se quito la vida y fue en busca de otro amor.

Un dia en el camino, aparece como si nada. Como un peaton mas que va camino a lo cotidiano.
Parece ser que quienes iban en la carreta jamas esperaron encontrarla. Tan blanca,
tan "sin vida".
Ante su aspecto, normal pero misterioso deciden llevarla. Para encontrarse despues con la respuesta de la madre (la fria y calculadora madre) quien responde sin titubeos el estado fatal de su hija.

Largas son las horas de pena silenciosa que la madre lleva a cabo.
Decidida ante todo a matar por venganza, topa repentinamente con el "asesino" de su hija.
Ciega de locura, lo acribilla hasta sentir su llanto interno calmado por el plomo desquitado en el cuerpo, que yacia ya moribundo.
La madre jamas pensó que la historia se volveria a repetir: distintos los protagonistas, distinto el escenario y el tiempo.
Iguales los padeceres

La hija vestida de novia sigue buscando sin rumbo aquel que un dia le rompio su corazon, aquel que un dia enfrentó a la propia muerte, por errar: por ser humano.


En el baile de Santa María la gente brinda, llora de felicidad. Sin pensar que alli afuera
ella está mirando todo, como queriendo participar.



No hay comentarios: