martes, 13 de abril de 2010

Blanquita


Se sonreía de saber que una vida empieza cuando otra acaba, que la muerte es la suerte, que el dejar de ser no existe,
Años estudiando para darse cuenta que ningún libro le sirvió, que ningún profesor le pudo enseñar lo que el deseaba: entender al otro.
No sabia, hasta ese dia que otros existian, hasta que la dulce niña de ojos grandes le dijo, al verlo tan solitario, que su muñeca también padecía de soledad.
Aterrado por la situacion se fue casi corriendo a su casa, pensaba que la lectura lo quitaria otra vez de la realidad. Y se sintio una de esas mujeres angustiadas de las que el tanto se burlaba: Esas que pasan la vida viendo television, con novelas incoherentes y de bajo presupuesto que intentan darle sentido a la vida de estas pobres desesperadas.
Él era como ellas, pero un poco mas intelectual, con un poco mas de vocabulario, pero con la misma superficialidad.
Volvió al otro día, al café donde iba siempre, esperando a que la niña vuelva y le cuente por que su muñeca padecía de soledad.
La niña se le acerco, él le pregunto que hacia sola , por que estaba allí.
Ella le contesto que era la hija del dueño, que a veces se quedaba jugando con otros niños que iban al bar, o que se quedaba sentada tomando leche y viendo la tele, pero le dijo tambien que siempre lo veía.
Resulta que la niña siempre estuvo aqui (pensó) siempre estuvo advertida de lo solitario que parezco ( y que soy), sin embargo para mi es la primera vez que la veo.
Con los años el bar cambio de dueños, la niña crecio y quizas esté estudiando algo en la universidad. El hombre con el tiempo se hizo más anciano y murió, recordando solamente el nombre de aquella niña que sin querer le enseñó a escuchar, a sensibilizarce con el resto, a contemplar cada puesta de sol como si fuese la primera.
Hoy vendrá Blanquita a visitarme? le preguntaba cada mañana a la enfermera del geriátrico.